viernes, 30 de noviembre de 2007

De clones, ladridos y borrado seguro

Mi conexión con Internet llevaba ya mucho tiempo sin darme problemas, y aunque no puedo quejarme, sé que más tarde o más temprano algo falla. A fin de cuentas, se trata de computadoras. Así que asumí, con cierta resignación, el mensaje de error el sábado a la mañana. Había estado bajando un par de programas sobre los que pensaba escribir esta columna, cuando de pronto la conexión dejó de funcionar. Sin cortarse, sin avisar, pero con un archivo incompleto en el Escritorio. Bueno, cada tanto pasa. Vamos de nuevo. Desconecté y volví a conectar. Nada. La máquina intentaba establecer el vínculo, pero en eso se quedaba. Esperé unos minutos. La paciencia es la gran virtud que a uno le enseñan estas tecnologías. Pronto pude entrar en línea otra vez. Había empezado a bajar dos programas, de los que hablaré luego en esta columna, y tras ver de reojo un mensaje de error en el Gmail Notifier noté que las descargas se habían casi detenido; segundos después, ambos downloads terminaron abruptamente. Se había cortado otra vez. Esto no ocurre con tanta frecuencia, pensé, pero supuse que el proveedor de Internet estaría haciendo mantenimiento o algo por el estilo. De nuevo, necesité esperar un rato antes de poder reconectarme. No es difícil imaginar cómo siguió ese sábado por la mañana. La conexión se desplomó regularmente cada diez minutos. La palabra clave aquí es regularmente , como descubriría después. Decidí que tenía que tomar el camino difícil, es decir, llamar al soporte técnico. Iba a discar cuando oí algo que me hizo cambiar de idea. Desde la terraza llegó, claro y distinto, el "¡Guau!" de Vicky que, convencida de que los gatos son más aburridos de lo que le habían contado, les ladra para invitarlos a jugar. Los gatos, desde luego, no se dan por aludidos, pero como suelen dormir sobre el techo de mi estudio sólo fue cosa de sumar uno más uno. Crucé la casa, subí a la terraza y encontré a Vicky, frustrada por no poder jugar con los gatos, masticando minuciosamente el fragmento de cable telefónico que sale del estudio antes de subir rumbo a los postes. Resistente, el cable no se había cortado del todo, pero estaba seriamente dañado. En el auricular del teléfono se oía toda clase de ruidos que, lógicamente, terminaban por corromper la conexión. De nuevo al tablero de dibujo. Luego de sustituir el cable por uno nuevo y pasarlo por dentro de un tubo flexible, mi vida en línea recuperó su salud habitual. Los chicos del soporte técnico se ahorraron un cliente injustamente irritado, Vicky volvió a sus tratativas diplomáticas con la nación gatuna y pude terminar de descargar los dos programas que necesitaba. El caso es que tenía que reemplazar un disco de 80 GB por otro de 120 en la máquina que uso en el diario para probar software y hardware. En casa posiblemente hubiera aprovechado para reinstalar Windows y, así, disponer de un sistema limpio. No creo en los sanadores del Registro y definitivamente Windows es vulnerable a los programas que se toman más atribuciones de las que deben y graban allí datos que luego, al desinstalarlos, causan errores. Suele echársele la culpa a Microsoft de esto. La verdad es bien diferente, fuera de que el Registro resulta, sí, bastante frágil. La responsabilidad es de los que programan aplicaciones para dejar toneladas de basura informática en el Registro. Pero los tiempos del diario son otros, no podía tomarme el trabajo de volver a colocar Windows y los programas, y por lo tanto la única solución era clonar el disco. Es decir, copiar exactamente los contenidos de la unidad antigua en la nueva. Se usa mucho el Ghost , de Symantec, pero no tengo ese software. Así que opté por Clonezilla ( http://clonezilla.sourceforge.net/ ), un software libre con el que, en menos de 45 minutos, tenía un disco con XP y Vista clonado y sin errores. Antes de vender una máquina solemos formatear el disco para borrar nuestra información personal. Error. Esto no borra ni un bit. Para casi todo el mundo, el disco parecerá vacío. Un experto podrá recuperar todo lo que alguna vez estaba grabado allí. Para borrar de verdad la información almacenada en un rígido es menester escribir muchas veces cada sector con datos aleatorios. Esa tecnología se conoce como borrado seguro o wiping, en la jerga informática. También hay programas comerciales para hacer esto, ¿pero cuántos discos vende o dona uno? ¿Vale la pena invertir dinero en un software así? La solución es usar el otro programa que bajé esa mañana, el Dban ( Darik’s Boot and Nuke ; http://dban.sourceforge.net/ ), que elimina los datos del disco de forma segura. Cuidado, eso sí, porque el Dban es tan potente y útil como peligroso. Si comete el error de borrar el disco equivocado, ya no podrá recuperar esa información. Dban ofrece una serie de advertencias bastante fáciles de interpretar antes de iniciar el proceso del disco que se quiere limpiar, por lo que no deberían presentarse problemas incluso para personas que tienen poca experiencia con computadoras. Pero, por si acaso, aviso. Un disco borrado con Dban aparecerá sin formato y sin particiones, pero en perfectas condiciones. Lo único que se elimina es la información; a los fines prácticos, es como si se tratara de un disco recién salido de fábrica. Ambos, el Clonezilla y el Dban son software de código fuente abierto. Una vez descargados de Internet, hay que grabarlos en CD (el Dban es tan pequeño que puede ponerse en un diskette) con el que, luego, se arrancará la máquina. En el caso de Clonezilla, podrá elegirse hacer un clonado, restaurar una imagen de disco o clonar por red. Dban permite elegir el método de borrado seguro que se usará, pero su misión es básicamente siempre la misma: no dejar nada reconocible en el disco rígido.

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